Contracrítica de La resaca dura tres días

Ejercicio de contracrítica realizado durante el curso Crítica literaria con Matías Néspolo de Cursiva.com durante los meses de julio y agosto de 2024




'La resaca dura tres días', de Rocío Ramos-Pau (nuevatribuna.es)

Calificar La resaca dura tres días (Suma, mayo de 2024) de Rocío Ramos-Paúl (la archiconocida Supernanny española entre los años 2006 y 2017) como novela necesitaría una revisión de conceptos. No voy a entrar en valorar si es autobiográfica o no (¿Rocío será Pilar o alguna de sus amigas?), pero sí que esa es la sensación que da cuando se lee (los tres primeros capítulos parecen la introducción de la obra. Frases del tipo «porque prefiero situarlo en otros momentos que hemos vivido y que describiré con más detalles posteriormente», o la lapidaria de la última página «espero presentaros un perfil que os sorprenda en la misma medida que os seduzca»), acompañada de las frases que crean sentencia («Invariablemente, con la menopausia aparecen cosas como la presbicia»), convierten las 248 páginas en una especie de libro de autoayuda.

Al menos la crítica a la que estoy contracriticando puede hablar con conocimiento de causa, porque referirse a esta novela y no tener una edad similar a las protagonistas sería complicado; punto a su favor. Aunque asegurar que cualquier mujer entre los 40 y los 50 años puede identificarse es difícil de defender: lo primero, por la menopausia o perimenopausia (tema recurrente y causante de la mayoría de dichas/desdichas de la «novela») que rara vez aparece antes de los 50 —aunque hay excepciones entre las que la que suscribe se encuentra— y lo segundo, por los hijos, que dado la media de edad actual de tenerlos, cuando la madre llega al medio siglo es raro que sean si quiera mayores de edad.
Desacertada es la afirmación de la generalización de la EGB en colegios de monjas solo de niñas. La mayoría de las mujeres de la generación de las protagonistas, si bien sí es cierto que no sufrieron la LOGSE (por los pelos), ya disfrutaron en su gran mayoría de colegios mixtos, salvo concretas excepciones en instituciones religiosas privadas (o concertadas). Aprovecho para dirigirme, en este punto, a la escritora (o a su editor/a) y aclarar que la licenciatura que se pasó a llamar ADE no fue Económicas sino Empresariales (precisamente lo que yo estudié hace ya un cuarto de siglo).

Llama la atención el sacrificio de la vida laboral a favor de la maternidad a la que se hace referencia. Permítanme discrepar; ese sacrificio fue normal en los años 80, incluso en los 90, pero desde hace un par de décadas, incluso tres, las mujeres han trabajado hasta la jubilación. La que ha decidido dejar a un lado su vida laboral ha sido por decisión propia y consenso con la pareja (si es que existe). Coincido totalmente en la utopía de la conciliación familiar. Un tema pendiente en el que los que nos mandan siguen poniendo parches sin ton ni son.

Tanto la autora como la crítica acusan al periodo menopaúsico como el causante del agotamiento cerebral, ¿perdón? En pleno siglo XXI, el de las tecnologías, la sobreinformación y la IA, ¿de verdad no sabemos cómo estimular el cerebro a pesar de todos los cambios hormonales que estamos teniendo? Mala memoria y dificultad para concentrarse son síntomas asociados a la depresión, el estrés y al cansancio, no exclusivos de la menopausia. Soy una mujer perimenopaúsica de 46 años que no para de leer y estudiar; eso no quita que, a partir de cierta edad, el propio desgaste de mi cuerpo provoque alguna enfermedad cerebral (no somos eternos y la genética también entra en juego), pero esa asociación con el ciclo vital en el que me encuentro me parece catastrófico y reduccionista.

Muy ambiciosa es la comparación son Sexo en Nueva York ya solo por la diferencia de edad de las protagonistas; se supone que en la serie televisiva las mujeres tienen unos 30 años, salvo Samantha Jones, claro, la heroína de cualquier mujer madura. Buscar similitudes por la reunión de los miércoles es demasiado pretencioso.

Apocalíptico creer que nos volvemos invisibles. Precisamente es un momento en el que, haya o no cargas familiares, podemos empezar a hacer lo que nos da la gana porque tenemos mayor madurez, cierta estabilidad y nos organizamos mejor. Según la autora, «La frase “me da igual” se aprende a utilizar a partir de los cincuenta, y la dices sin cargo de conciencia o culpabilidad», una generalización extraña y sin fundamento, ya que muchas mujeres lo hemos experimentado a partir de los 40, otras han vivido así toda su vida y es muy probable que haya otro tanto que nunca sean capaces de decirlo.
La frase con la que se queda la crítica («he educado a mis hijos, convivido con una relación, cuidado a mis padres en su vejez y ¿ahora me vienen con consejos coaching de cómo vivir mi vida para ser feliz?») a mí me llamó también la atención, pero en un sentido distinto: la autora no le encuentra utilidad a los términos «autoayuda» o coach mientras que en páginas siguientes reconoce que va al psicólogo, ¿qué diferencia existe?

Estoy de acuerdo en que las resacas duran tres días: tanto las físicas, porque evidentemente el trasnochar (aunque depende del insomnio de cada una) o el beber no se lleva igual en un cuerpo de 20 que en uno de 50; como las emocionales, aunque estas últimas no tanto porque nos afecten negativamente, sino porque nos gusta asimilar y aprender de cualquier situación que acontece en nuestra vida.
En resumen, me ha pasado como con María Esclapez y su Mujeres que arden: no sé si estoy leyendo una novela de autoayuda o un libro de autoayuda novelado.
 
Dice la autora de la crítica: «Rocío Ramos-Paúl se desviste de Supernanny en su debut en ficción. Una mezcla de Friends, Las chicas de oro y Sexo en Nueva York histriónica, ácida, desternillante sobre la vida privada de las mujeres tras la menopausia». En cualquier caso, una novela, en el sentido propio de la palabra, rotundamente no es, y lo del humor… quizás el mío es demasiado negro o complicado.
Dejaré para otra ocasión otros errores, lapsus o estrategias de marketing como que Pilar tenga más de cinco lustros (si tiene más de 50, serán diez lustros, ¿no?) o que siendo seis amigas haya solo cinco mujeres en la portada.

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