Las bragas al sol



Ejercicio realizado durante el curso Crítica literaria con Matías Néspolo de Cursiva.com durante los meses de julio y agosto de 2024.

Después del éxito de Les calces al sol de Regina Rodríguez Sirvent (La Campana, septiembre de 2022), se publica, en noviembre del 2023, su traducción al castellano, Las bragas al sol, de la misma autora, con la misma portada, distinta editorial (aunque del mismo grupo) y con traductora añadida.

Un libro de casi quinientas páginas, estructurado en tres partes, con un número dispar de capítulos cada una; capítulos al menos cortos, por lo que la lectura se hace relativamente ligera, dentro de las vueltas y divagaciones que pueda haber en cada uno… pero vayamos poco a poco.

Rita Racons, de 23 años, originaria de Alp, en la Cerdanya catalana, debería haber terminado la carrera de Psicología este año, pero suspende una asignatura de inglés de nivel 1 (el más bajo) y se siente más perdida que cuando la empezó ya que no es su vocación. Además, la traición del supuesto amor de su vida la hunde más aún. Suerte que su amiga Astrid, enamoradísima e incapaz de separarse de su pareja, la propone intercambiarse por ella en el viaje que iba a hacer a Estados Unidos para mejorar el idioma. Para tomar la decisión será fundamental la abuela Natalia: «¡Aprovecha la suerte que te ha tocao! ¡Tienes que agarrar tu vida! ¡Devorarla! Y eso no lo vas a conseguí aquí sentá en la azotea, ¡mirando cómo se secan las bragas al sol!». Y allá va Rita.

Aún en la primera parte, Rita llega a Nueva York, descubre que el viaje es para trabajar como au pair, que no serán precisamente dos meses y que la familia asignada, de Atlanta, está compuesta por un matrimonio exquisito con tres niños extraordinariamente inteligentes: Bini, de cinco años, Eva, de ocho y Aksel, de diez. Hay que reconocer el esfuerzo intelectual, cultural y de investigación que ha debido hacer la autora para poner voz a estos headquarters de la NASA como los bautiza en un capítulo.

Si bien, sería de agradecer, para reír bien a gusto, que se le hubiera facilitado al lector alguna frase en versión original inglesa. Está bien leer líneas de este tipo:

«Me llamo Paul y como higos, higos de Mary Poppins. ¿Y tú? ¿Delfines de Versalles?»

«¿Y palomitas con patillas»

«Fantástico, siempre he preferido que los garbanzos canten jazz»

Quizá consiga amagar una sonrisa por el sinsentido, pero podría haberme arrancando unas cuantas carcajadas conocer cuáles eran las frases originales que oía Rita.

Pasamos a una segunda parte con una Rita más centrada, que empieza a entender algo mejor el idioma (desciende el número de frases incomprensibles), que se apunta a clases de inglés y que envía emails a sus amigos de España con las anécdotas (muchas y a cuál más disparatada, incongruente e increíble) que le van sucediendo. Terminaremos con la visita, por casualidad, al Gran Cañón, con su descenso en solitario (¡a quién se le ocurre!) tras una mala noticia que la deja en shock y una epifanía final.

Tercera parte y desenlace, en la que cabría destacar la disertación sobre la escritura que ofrece Roberta, la profesora del Georgia Tech de Rita, durante tres páginas:

«… los temas que mueven el arte siempre son los mismos… El amor, el miedo, la esperanza. El trabajo del artista es darles forma a partir de su existencia. Quién eres en el momento en que pintas, en que compones, en que cantas y en que escribes…»

Rita volverá a España sabiendo qué hacer, habiendo descubierto su vocación.

Pues qué suerte, ¿verdad? Menos mal que la autora nos avisa antes de empezar a leer:

«El parecido entre los personajes ficticios y reales no es pura coincidencia. Qué es cierto y qué no nunca se sabrá. Pero la verdad es que tampoco es importante».

Hay que reconocer el mérito de llenar de palabras tantas páginas con un mínimo de coherencia, aunque realmente no contengan tantas risas, llantos ni reconciliaciones como nos vende la sinopsis; quizás sea problema de la traducción o de la inexperiencia de la autora en el mundo novelístico. Si se trata de lo segundo, es probable que Regina mejore en el futuro y podamos disfrutar y entretenernos más con sus libros. Pero desde luego, esta primera merece un necesita mejorar.

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